El director que de joven devoraba todo tipo de cine e intentaba inculcar su afición en el estudió en Guadalajara y luego pasó del anonimato a dirigir en Estados Unidos.
La forma del agua, que le valió un Globo de Oro como Mejor Director a Guillermo del Toro, es una muestra del mundo de fantasía y criaturas extraordinarias que habita en la obra del cineasta mexicano.
Nacido en Guadalajara (México) en 1964, el mundo de Del Toro siempre ha estado poblado de seres fantásticos. Él mismo ha relatado en varias ocasiones que de niño hizo un pacto con los monstruos que veía cuando apagaban la luz en su habitación para que dejaran de darle miedo. Con el tiempo decidió convertirlos en los protagonistas de sus historias.
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Dicen que uno de los primeros cuentos que escuchó Guillermo del Toro fue sobre Drácula. Y el mito del vampiro lo abordó precisamente en su primera película, Cronos. Ésta, que supuso la primera colaboración con dos de sus actores fetiches, el fallecido Federico Luppi y Ron Pelrman, ganó la Semana de la Crítica del Festival de Cannes, un triunfo que cambió su vida.
El director que de joven devoraba todo tipo de cine e intentaba inculcar su afición a sus compañeros en el colegio de jesuitas en el estudió en Guadalajara, pasó del anonimato a dirigir en Estados Unidos.
Su segundo trabajo fue Mimic, en el que mezcla el terror con la fantasía y una estrategia que refinó sobre todo enmarcando esas historias en la Guerra Civil española con El espinazo del diablo (2001) y El laberinto del fauno (2006). Esta última cinta fue la primera con la que se paseó por la alfombra roja de los Óscar y con la que consiguió tres de las seis estatuillas a las que optaba.
Del Toro, que también es conocido por sus adaptaciones de cómics como es el caso de Hellboy o Blade II, vivió lo implacable que puede ser Hollywood con Mimic, en la que no pudo hacer todo lo él quiso.
Ahora no se embarca en aventuras de las que no se puede apropiar y por ello rechazó dirigir Las crónicas de Narnia o el episodio VII de la mítica saga Star Wars y se retiró de El Hobbit.
Lo que nunca le ha faltado ha sido el apoyo de sus amigos Alfonso Cuarón (Gravity) y Alejandro González Iñárritu (Birdman). Juntos han abierto las puertas de Hollywood a los cineastas y artistas del otro lado de Río Grande, pero sobre todo se han apoyado mutuamente, al punto de corproducirse entre ellos.
Un aspecto que muchos suelen destacar de Del Toro es su generosidad, un atributo que esconde tras una modestia que le hace ruborizarse cuando se lo recuerdan. Así ocurrió cuando Cuarón contó el año pasado en Cannes que fue Del Toro quien le dio el final de su exitosa Y tu mamá también, pues él se había atascado y no conseguía dar con la clave.
Gran conocedor del cine y de su historia, el realizador, que continuamente está bromeando sobre su obesidad, asegura que vive la vida con mucha voracidad. "Ya sean tacos sudados o ideas para la película. Creo que es la manera en la que aprendí a vivir", contó recientemente en una clase magistral en México.
"La voracidad del cine te devora la vida y es un sustituto muy pobre si no aprendes. Yo he hecho diez películas y no todas me gustan, pero de todas he aprendido un poquito, lo bueno y lo malo", aseguró ese niño grande que ha cumplido un sueño y ha rodado una de sus mejores películas con la oda al cine y al amor que firma en La forma del agua.
Del Toro consigue así hacer suya una de las máximas de su venerado JRR Tolkien, quien dijo: "Hay que hacer el mundo lo suficientemente reconocible como anclarnos en una realidad y lo suficientemente mágico como para transportarnos fuera de ella".
Con información de El universal